
Oh, la Humanidad. Recuerdo con gran pesar la primera vez que caí como un redomado estúpido en las garras de la mercadotecnia. En Laredo, cuando tenía alrededor de 10 años, eran muy populares los sea monkeys. En la escuela tenía compañeros que juraban haber visto al rey de la ilustración salir de su castillo en la pecera. "Son como personas pequeñas", juraban los que tenían la suerte de contar con uno de estos artilugios. En mi imaginación veía a la familia real de la manera en la que la presentaban los anuncios. Ingenuo de mí.
El destino me puso en una ocasión frente al ansiado paquete. La pecera también estaba al alcance.Por fin iba a crear "Vida Instántanea", tal y como rezaba la publicidad del empaque. Pasaron 4 semanas. Nada. "Algo hiciste mal", me decía Darío, un compañero igual de loser que yo. Me desesperé y tiré todo.
"A lo mejor los mataste. Me dijo un primo de Monterrey que los sea monkeys cuando nacen son del tamaño de un punto." Pinche Darío. A buena hora me dices.
Al día siguiente le pedí a mi papá una "Ant Farm". Cuando me la trajeron, recuerdo que lo que más me llamó la atención fue las figuritas en silueta de una granja, y el material blanco que simulaba la tierra. Salí al patio para traer mis hormigas y empezar a crear mi propia colonia. Una de dos: o eran muy huevonas, o agarré puros zánganos. El caso es que no cavaron ni un centimetro de túneles, y estaban muertas al tercer día.
Oh, la humanidad. Malditos sea monkeys. A final de cuentas resultó ser una vulgar estafa. Eran camarones(y creo que ni verdaderos camarones).
Después compré un juego de Química. Pero esa es otra historia.